No
sabía qué hacer, ni a dónde ir… Sentía ganas de llamar a Jordi, para, en cierto
modo, declararle su amor.
Pero a
pesar de eso, prefirió marcharse de allí. No le importó que la ropa que
llevaba, estuviera en casa de Jordi, y que aún quedaran muchos días para
volver. Llevaba algo de dinero encima, así que decidió ir a la estación. Allí
se tiró horas llorando, mientras miraba todas las llamadas perdidas de Jordi.
Después, quiso comprar un billete para volver a Córdoba, pero si volvía, en
casa le esperaba una montaña de preguntas de sus padres.
Por
allí, pasó una pareja de unos jóvenes de su edad, más o menos. Como Estela
lloraba desconsoladamente, se preocuparon por ella, y empezaron a intentar
consolarla. Ella les contó la historia de todo, ellos vieron que lo más
conveniente era que llamase a Jordi. Eso hizo, lo llamó.
Para
Jordi recibir su llamada, fue un gran alivio, parecía que hasta le había vuelto
el alma al cuerpo. Salió corriendo hacia la estación, para ir a recogerla.
Tardó lo menos posible, lo había pasado muy mal, y por su cabeza pasaron las
peores ideas, y necesitaba sentirla cerca de él, y sentir su respiración, y el
ritmo de sus latidos.
En
cuanto la vio, salió corriendo hacia ella para abrazarla. No había tenido en
cuenta, que a su lado, estaba una pareja, eso no le importó mucho, pero le
sorprendió, pues Estela no conocía nadie allí.
Jordi
quiso saber que era lo que le había pasado, cómo había llegado hasta allí.
Estela lo que quiso fue volver a la playa, la brisa la tranquilizaba, y eso era
lo que necesitaba. Como le daba palo dejar a la pareja ahí, tirados, después de
ayudarla, les propuso que los acompañasen.
Decidieron
volver a la playa en autobús, para ir más tranquilos, y llegar antes. Durante
el trayecto, Jordi no soltó a Estela en ningún momento, la abrazó todo el
tiempo. Estela, se sintió protegida, sentía que nada malo, le podía pasar
acompañada de él.
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